


















HISTORIAS DE AMOR ( POR ALFONSO ALBACETE )
Hablar del amor en tiempos de guerra es casi una distopía, pero cuando este amor es el que une la arquitectura a la luz, lo creado por el hombre y la propia naturaleza, el amor se convierte en algo grande que va más allá del propio sentimiento y empodera el término. Hablemos entonces de ‘Historias de amor’.
Julio Jiménez Corral ama la arquitectura como yo amo el cine. En ambos casos la luz es lo que da sentido a la obra artística, sin ella sería imposible dibujar las formas que el ojo humano es capaz de reconocer. Decía Le Corbusier, uno de los arquitectos a los que ha querido homenajear el autor, que “La arquitectura es el juego sabio, correcto y magnífico de los volúmenes bajo la luz”. Pero cuando la luz acaricia los volúmenes, es entonces el momento de captar ese instante y así hacer inmortal esa historia de amor a través de la fotografía. Son momentos únicos, a veces irrepetibles, instantes donde esa unión de los cuerpos y la luz engendran la belleza de cada obra, son pequeñas muestras de amor que al mismo tiempo representan grandes historias.
A veces el hombre es creador de forma, mientras el sol es el responsable de que estas adquieran el volumen, bien filtrándose a través de ellas, penetrando hacia el interior, bien mostrando todo su poder iluminando con fuerza, o dejando que su sombra termine por trazar y perfilar la dimensión de los cuerpos.
También la naturaleza es capaz de crear formas para que la luz choque contra estas, al igual que lo hacen las olas del mar, terminando entre ambos elementos de perfilar y crear espacios que parecen casi irreales. Será finalmente el fotógrafo quien sustituya la luz natural por su propia incandescencia, ayudando así, a que esa particular historia de amor pueda suceder y no desaparezca en la oscuridad.
Como cineasta, estas obras me evocan al cine de Antonioni, a su poética del espacio, a la soledad. Son imágenes de las que nacen historias, que capturan instantes únicos, donde el silencio solo es algunas veces interrumpido por la brisa, el silbido del viento, el mar, un eco lejano que llega del pasado o una suave melodía. Oscar Niemeyer, otro de los arquitectos a los que rinde homenaje el autor, dijo que “La arquitectura es la música congelada en el espacio”, y esto está en cada imagen, unas notas que juntas forman una partitura.
El arquitecto japonés Tadao Ando nos dice que “La arquitectura tiene el poder de inspirar y transformar vidas”, y yo añado: al igual que el AMOR.
Pero las historias de amor no son siempre placenteras.
En cada época de la vida el amor se siente de forma diferente.
No es lo mismo la pasión desaforada de un primer amor de juventud, lo amargo de un amor no correspondido, la desidia de un amor que se consume como la cera de una vela con el tiempo, el renacer del amor, o el amor adulto, reposado, donde en cada momento se mide la intensidad y se disfruta con la experiencia que te da la vida, siendo conscientes de que esa luz se tornará en oscuridad y esas formas terminaran por perder la belleza y, aun así, ese amor seguirá vivo y perdurará en el tiempo.
A este último grupo pertenecen estas Historias de Amor de Julio Jiménez Corral.
ALFONSO ALBACETE.
DIRECTOR DE CINE Y GUIONISTA